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Educar en el Ocio, una tarea compartida familia-escuela-comunidad

Las oportunidades para el disfrute del ocio en la realidad de niños y niñas son profundamente desiguales y discriminatorias. Una rea­lidad a la que, si se habla en términos de derechos, no pueden ser ajenas ni las políticas sociales ni, en lo que nos preocupa, una pedagogía-educación del ocio que favorezca su desarrollo humano del modo más universal e integral posible. Un propósito para el que sigue siendo esencial actuar educativamente, al menos en tres ámbitos: la familia, las escuelas y las comunidades locales.

Por tanto, es labor de la comunidad, (ayuntamientos, asociaciones...) de posibilitar de espacios de ocio accesible para todos y todas, gratuito y saludable.

Muchas de las vivencias que experimentan las personas en su tiempo libre acontecen en la esfera de la vida privada y en los grupos primarios, dentro de los cuales la familia constituye una referencia obligada, incluso en momentos en los que la pertenencia a distintas generaciones (jóvenes y adultos, padres e hijos) da pie a la existencia de conflictos entre los ocios familiares y los que tienen lugar en el exterior del hogar. De ahí que, a pesar de los cambios que se han producido en la institución familiar, esta sigue siendo la matriz natural más importante en la configuración del ocio y de las actividades que ocupan el tiempo libre, ya que directa o indirectamente y bien o mal según el caso, la familia ha sido la instancia más relevante para orientar, posibilitar y dotar de contenido el tiempo libre de los niños.

Según revelan diversos estudios, las actividades de ocio que interesan a las personas comenzaron en sus familias, especial­mente los deportes y ciertas prácticas culturales (aficiones artísticas, musicales, lecturas, etc.); además, parece existir correlación entre las maneras en que los padres y madres viven su ocio y las pautas que adoptan sus hijos. 

En la escuela el ocio, y más explícitamente la educación del ocio, es una parte integral del ámbito total de estudios, actividades y experiencias en cada fase de la educación formal e informal; por lo tanto, diremos, un componente esencial de los procesos de enseñanza-aprendizaje y de la educación social.

En las escuelas, los objetivos inherentes a la educación del ocio (incluyendo los que articulan las rutinas académicas conducidas por los calendarios y los horarios: descan­sos, recreos, actividades complementarias, extraescolares y extracurriculares, etc.).

La ocupación del tiempo libre en actividades extraescolares organizadas se presenta como una potencial fuente de beneficios, y por otra parte, los padres muestran gran preocupación por la educación que puedan recibir sus hijos e hijas para la vida, hecho que influye en las alternativas que escogen para dichas actividades.