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2.2 La función adaptativa y social de las emociones

La función adaptativa de las emociones

Las emociones tienen una función adaptativa, es decir, producen una reacción física que genera un estado de alerta para poder actuar y afrontar una situación determinada. Como ejemplos de la función adaptativa de las emociones tenemos los siguientes:

La función social de las emociones

La expresión de las emociones, la contención de las mismas y la comprensión emocional de las otras personas son aspectos muy importantes del desarrollo afectivo.

Por lo tanto, será esencial que los niños y las niñas aprendan a conocer, regular y expresar sus emociones de manera adecuada, así como a identificar las emociones ajenas.

Regulación de las emociones modificando los estímulos

Si, como hemos visto, la emoción la causa un estímulo, la posibilidad de modificar la estimulación recibida permite ajustar y disminuir la emoción a unos niveles más tolerables. Esta será la primera estrategia que utilizará el bebé para actuar sobre sus emociones.

Los bebés tienen una capacidad limitada para regular sus emociones, ya que pueden intervenir poco en la modificación de la estimulación que reciben. Pueden cerrar los ojos si hay un exceso de luz que les molesta, pero no se pueden apartar del foco ni acercarse a pulsar el interruptor que mantiene encendida la luz. En este sentido, dependen en gran medida de la intervención de las personas que los cuidan para poder modificar los estímulos que reciben y ajustar sus reacciones emocionales.

Al final del primer año, cuando ya se desplazan gateando o andando, se vuelven más eficaces y sus actuaciones para modificar la estimulación que reciben son más evidentes y pueden variar, así, su estado emocional. Por ejemplo, al ir paseando en el cochecito, un niño de 18 meses se tapa la cara con las manos cuando le molesta el sol; aunque no puede apartar ni apagar la fuerte luz solar, con su intervención logra disminuir la inquietud que le estaba produciendo un nivel de estimulación excesivamente intenso para él, en aquel momento.

Autorregulación o expresión adecuada de las propias emociones

Pero también debe aprender a expresarlas de forma socialmente adecuada, en un tiempo adecuado y con los matices adecuados, y éste es un proceso complejo que no siempre se consigue. De hecho, muchas personas tienen dificultades para adecuar la expresión de sus emociones a lo largo de su vida.

Por ejemplo, una persona a quien le suceda algo que la enoje profundamente podrá proceder de maneras diferentes:

  • Respondiendo instintivamente, por ejemplo, agarrando lo primero que encuentre y tirándolo contra la pared o al suelo con rabia, como haría un niño de dos años en plena pataleta.
  • Reprimiendo la expresión de la emoción, lo que supondría tragarse el enojo, y no expresarlo.
  • Conteniendo o regulando la expresión de la emoción, encontrando una manera adecuada de expresarla. Esta sería la respuesta más apropiada.

Este proceso de regular y contener las propias emociones y expresarlas de forma socialmente adecuada se denomina autorregulación emocional. Es importante que las niñas y niños, a lo largo de su desarrollo, vayan aprendiendo en su relación, tanto con las personas adultas como con sus iguales, a contener las emociones y regular su expresión. De hecho, éste será uno de los objetivos esenciales de la intervención educativa relacionada con el desarrollo afectivo.

En todo este proceso de aprendizaje de la autorregulación emocional hay que tener presentes dos aspectos:

  • Cada cultura condiciona la expresión de las emociones de diferente manera, es decir lo que es adecuado en un determinado grupo social y cultural, puede no serlo en otro.
  • Hay que considerar el papel del lenguaje en todo el proceso de aprendizaje de la autorregulación emocional ya que es  una herramienta de comunicación fundamental. Gracias al lenguaje pueden, por ejemplo, disminuir su angustia en determinados momentos. Este puede ser el caso de una niña de 4 años que, ante una situación estresante, se habla a sí misma para tranquilizarse, diciendo: “Papá ha dicho que volverá pronto para jugar conmigo”. Poner palabras a lo que siente es básico para regular, contener y compartir sus emociones.

Comprensión de las emociones de los demás y desarrollo de la empatía

Un paso más en el desarrollo emocional de los niños y niñas consiste en la comprensión de las emociones de los demás. Esta comprensión se inicia, de forma rudimentaria, en los bebés; por ejemplo, desde edades muy tempranas los bebés lloran al oír el llanto de otro bebé, aunque no lo hace al oír su propio llanto grabado.

Este ejemplo nos indica que los bebés de meses muestran ya unos mecanismos rudimentarios de empatía, que es la habilidad para ponerse en el lugar de otra persona, y poder comprender y compartir sus emociones y sentimientos. Pero para que la niña o el niño pueda llegar a comprender las emociones de las otras personas es necesario, en primer lugar, que se reconozca (autorreconocimiento), que tenga consciencia de sí mismo como individuo diferente y separado de los demás (autoconsciencia) y que sea consciente de que él también tiene emociones (emociones autoconscientes).

Como ejemplo de lo dicho anteriormente, un niño de 18 meses le ofreció espontáneamente sus lápices de colores con los que estaba pintando a un bebé de pocos meses que no cesaba de llorar. Esto indica que el niño reconocía y sentía la “tristeza” del bebé, podía ponerse en su lugar (empatía) y realizar una conducta prosocial o empática para consolarle, dándole algo que a él le gustaba: sus lápices de colores. Además, la empatía se fortalecerá gracias al desarrollo del lenguaje y la práctica del juego simbólico.

Siguiendo con el ejemplo anterior, un niño de tres años podría haber acompañado el gesto de ofrecer los lápices con palabras tranquilizadoras y de consuelo del tipo: “No llores, yo te dejo mis colores para que no estés triste”. En el juego simbólico, los niños y niñas pueden, por ejemplo, asignar un sentimiento a un personaje y responder al mismo con conductas y palabras que reflejan su capacidad de comprensión emocional. Pueden simular que su peluche se ha caído y consolarle con abrazos y besos mientras le dicen que no ha sido nada y que le van a curar en seguida. En este sentido, es importante destacar que el desarrollo de la empatía se ha relacionado con el sentimiento de seguridad o inseguridad del niño o la niña en sus primeras relaciones afectivas.