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6.2 Problemas de comportamiento cotidianos. Las rabietas

Contextualización

Ana está acostumbrada a lidiar con las pataletas que a veces tienen los niños y niñas de su aula, porque no se le dan las cosas en el momento en que se les piden, o quieren hacer algo distinto a lo que están realizando; coincide también que en casa estos niños y niñas muestran las mismas conductas. Por eso Ana, indica que es primordial que entre escuala y familia exista unas normas claras que abarquen ambos ámbitos.

Las rabietas, las pataletas y los berrinches son muy frecuentes en la primera infancia. Constituyen una parte normal del desarrollo del niño o la niña de 1 a 3 años, y tienen tendencia a desaparecer hacia los 4. Se trata de comportamientos coléricos (llorar, gritar, echarse al suelo, dar patadas, quitarse la ropa...) mediante los cuales manifiestan su frustración por la incapacidad de hacer o conseguir algo que desean.

¿Por qué crees que se producen estas conductas?

A estas edades, los niños y niñas, cuando quieren una cosa, la quieren inmediatamente, no tienen espera. Si no consiguen lo que pretenden, bien sea porque eso es realmente imposible -por ejemplo, Marta quiere que llueva para poder estrenar las botas de agua nuevas y hace un sol radiante-, o porque los padres no acceden a ello -Javier, a las 9 de la noche, quiere salir a la calle para ir a ver a la abuela-, aparece la pataleta o la rabieta.

Se considera que el origen de la rabieta suele estar, generalmente, en un conflicto entre los deseos de autonomía del niño o niña y las limitaciones que se le imponen. Pero no se puede olvidar que hay otros factores que facilitan su aparición en un determinado momento, como por ejemplo: que la criatura no haya dormido lo necesario; que tenga hambre; que se sienta incómoda porque, por ejemplo, hace rato que no se le ha cambiado el pañal; o que esté enferma.

Este tipo de comportamientos aparecen a una edad en la que, aunque el lenguaje empieza a estar presente, no está todavía suficientemente elaborado como para poder expresar las necesidades y los sentimientos.

En muchos casos, el miedo a crearle traumas al niño/a si se le niega algo que desea mucho, el intentar suplir o compensar con el hijo/a aquellas carencias que los progenitores tuvieron en su infancia o las pocas ganas de complicarse la vida, son algunas de las razones que llevan a muchas personas adultas a ceder ante los deseos y demandas del pequeño, sobre todo cuando las rabietas tienen lugar en espacios públicos.    

Por lo tanto, la educadora o educador infantil deberá disponer de estrategias para prevenir y hacer frente a las rabietas de las niñas y niños a los que atiende.

¿Qué se puede hacer para evitar las rabietas?

Aunque no siempre se va a poder evitar la aparición de las rabietas, es importante tener en cuenta algunas cuestiones:

  • Hay que enseñarle a verbalizar sus sentimientos y expresar su frustración y su enfado de una forma mínimamente adecuada.
  • Siempre que sea posible, se le ha de ofrecer la posibilidad de elegir entre varias opciones disponibles.
  • La escuela y la familia deben compartir normas razonables, claras y coherentes, independientemente de quien esté cuidando del niño o la niña.
  • Se deben mantener las normas para que el niño o la niña tenga claro dónde están los límites. No deben variar en función del humor de los educadores o de las circunstancias.
  • Hay que intentar evitar las situaciones y circunstancias que pueden ser fuente de frustración o que facilitan la aparición de rabietas, como hambre, sueño, exceso de actividad, etc.
  • NO hay que reforzar los comportamientos disruptivos. El pequeño busca la atención de los mayores y si la recibe sobre todo mediante rabietas, se le está indicando que esta es la mejor manera para conseguir lo que quiere.
  • Se debe avisar al niño o la niña, con tiempo, cuando vaya a producirse un cambio en una actividad rutinaria, para que pueda prepararse y hacerse a la idea.

¿Cómo actuar ante rabietas?

Algunas pautas de actuación ante las rabietas

  • Hay que mantener la calma, sin gritar ni zarandear a la criatura. No soluciona nada y constituye un mal ejemplo. Al gritarle y al perder los nervios, se le está ofreciendo un modelo incorrecto para resolver conflictos y se le trata con agresividad.
  • No se ha de intentar razonar en el mismo momento, ya que probablemente no escuchará.
  • No debe concedérsele en ese momento lo que quería, para no reforzar su conducta.
  • No hay que darle otra cosa que sepamos que le gusta para que se calle, ya que lo pediría en cada rabieta.
  • En las fases iniciales, es bastante eficaz intentar distraer al pequeño desviando su atención hacia otra actividad u objeto.
  • Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora su conducta.
  • A veces, se puede utilizar la técnica de tiempo fuera, dejándole solo, para que se calme, en un espacio sin peligros durante unos minutos, por ejemplo, en su habitación. A modo orientativo, se calcula un minuto por año de edad.
  • Si la escena ocurre en un sitio público, se ha de procurar llevarle a un sitio tranquilo y si fuera necesario, porque presente una actitud violenta, contenerle físicamente, sujetándolo pero sin hablarle ni mirarle.
  • Una vez la rabieta ha finalizado, no se le debe castigar ni gritar, sino darle seguridad y afecto, aunque tampoco en exceso, y hacerle pensar y razonar sobre lo que ha pasado.

En resumen, ante las rabietas, que son inevitables en estas  primeras edades, no hay que preocuparse en exceso. Aunque bien es verdad que no hay una receta que sirva para cualquier niño o cualquier situación, en líneas generales se podría decir que:

  • Es importante mantener la calma.
  • Hay que evitar que la situación se convierta en una lucha con vencedores y vencidos.
  • Se debe hacer comprender al niño o la niña -tanto con nuestro propio comportamiento como con los diálogos posteriores a la rabieta-, que esta no es la manera de conseguir lo que quiere.