Conocimiento mutuo de las personas
El concepto de persona “normal” puede cambiar. Para ello es necesario el conocimiento de uno mismo y de la otra persona, de las características específicas, de sus potenciales, de sus diferencias y de la riqueza que estas aportan. De este modo podríamos iniciar una transformación hacia un nuevo modelo de individuo y de colectivo que enriquecería las relaciones interpersonales y se plasmaría en el desarrollo de acciones, actividades, espacios y tiempos diferentes, que respetarían a cada persona y mejorarían la convivencia entre todos al margen del sexo, la cultura, la clase social, etc.
El conocimiento real de la identidad de las personas con quienes nos relacionamos puede llegar a ser un instrumento de regulación de prejuicio e ideas preconcebidas. La necesidad de conocer a la otra persona implica una actividad en la que se involucran conocimiento y sensibilidad, actitud e interés por observar y tratar de entender comportamientos diferentes, otras formas de pensar o de sentir que no siempre coinciden con las esperadas.
Ésta sería una actitud inicial para el monitor o monitora de tiempo libre, una actitud abierta y consciente; se trata de saber que contemplar las identidades de los niños y niñas mediante prejuicios y suposiciones no aporta nada positivo a nuestro trabajo como educadores y educadoras, sino todo lo contrario, ya que perjudica enormemente nuestro trabajo y el desarrollo de estas personas a las que nos dirigimos. Del mismo modo, el monitor o monitora tiene que transmitir esta apertura al grupo, y que de éste salga también una actitud positiva y abierta para conocer las identidades de nuestro grupo de iguales, e invitarles a realizar una proyección social, moral y sentimental de las relaciones personales.
En definitiva, hay que considerar y conocer la diversidad de características propias de una persona.
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